Un Mar Muerto y maloliente
Hace 2.000 años, cuando las legiones romanas cercaron a los judíos en la roca de Masada, el Mar Muerto tenía una superficie de agua de casi el doble de la actual. «Los estudios geológicos revelan que alcanzó entonces uno de sus máximos históricos», explica Eran Feitelson, experto en cuestiones hídricas de la Universidad de Jerusalén. «Desde entonces, el Mar Muerto ha tenido altos y bajos. La última gran crecida fue en el siglo XVIII.Pero en los últimos 50 años ha estado bajando continuamente.En el nacimiento de Israel, en 1948, medía 80 kilómetros. Ahora mide 50. Y sólo desde 1980, su nivel ha bajado 15 metros».
Un auténtico drama para Jordania e Israel, pero también para los amantes de la naturaleza y los miles de turistas que cada año vienen a las aguas del punto más bajo del mundo (su superficie está a 400 metros por debajo del nivel del mar) y el lago natural más salino del planeta para hacerse las célebres curas con lodo negro o fotografiarse en la clásica postura leyendo el periódico sentados sin hundirse en sus aguas.
«El Mar Muerto corre el riesgo de tener el mismo fin que el Aral: secarse, morir y convertirse en un recuerdo que los ancianos cuentan a los niños. Tiene una profundidad de 400 metros, su lecho roza los 800 metros por debajo del nivel del mar y, por tanto, nunca desaparecerá del todo, pero puede convertirse en un charco maloliente lleno de lodo», añade Eran.
Según los expertos, si el nivel de agua sigue descendiendo al ritmo actual, dentro de 10 años la superficie del Mar Muerto se reducirá a 650 kilómetros cuadrados, cuando era de 1.000 kilómetros cuadrados en los años 60.
Es un auténtico SOS, lanzado por la delegación israelí presente en la Cumbre de Johanesburgo. Un problema que se estudia desde hace tiempo en Jerusalén porque, para Israel, la cuestión del agua es un desafío dramático, con los países árabes controlando los recursos hídricos en una región eminentemente árida.
Entre 1948 y 1967, la lucha entre Israel y Siria por el control de las fuentes del río Jordán estuvo al orden del día. Tras la Guerra de los Seis Días, surgió el conflicto con Jordania por las aguas del Jordán. Ahora, tras terminar la segunda Intifada, vuelve a plantearse la cuestión del conflicto con los palestinos por la soberanía de las fuentes de Cisjordania, que representan cerca de un tercio del agua utilizada por Israel.
Eran se muestra optimista. «La verdad es que ya se han estudiado soluciones. El déficit del agua del Mar Muerto puede corregirse construyendo un canal desde el Mar Rojo. Y la carencia de agua regional se puede paliar con las plantas potabilizadoras y desalinizadoras en la costa del Mediterráneo». A su juicio, el problema no está tanto en los obstáculos de la naturaleza, cuanto en la guerra entre los hombres.
«Los estudios de viabilidad del canal desde la bahía de Eliat y Aqaba al Mar Muerto ya están hechos», añade. «Tendrá 380 kilómetros, costará 5.000 millones de euros y los jordanos construirán una planta desalinizadora para proveer de agua a Amman. En cambio, nosotros construiremos una central para producir energía eléctrica».