Tres meses viendo vídeos en un barco a la deriva
Richard Van Pham salió a dar un paseíto de tres horas en su velero hace más de tres meses. Su plan era navegar desde la costa de California hasta una pequeña isla a poco más de 30 kilómetros mar adentro, pero, a medio camino, una tormenta destrozó el único mástil de la embarcación, y poco después el motor se estropeó. Fue entonces cuando Van Pham, un estadounidense de 62 años y de origen vietnamita, se dio cuenta de que la radio tampoco funcionaba. El barco y su único tripulante estaban a la deriva, incomunicados y a merced de las corrientes.
Richard Van Pham no tiene hijos, y toda su familia se encuentra a miles de kilómetros de distancia, en Vietnam, así que nadie se dio cuenta de que había desaparecido, nadie notó su ausencia. Además, el marinero no había entregado a las autoridades costeras su plan de navegación, como es preceptivo, así que cuando el barco se convirtió en una cáscara de nuez en medio del océano, ni siquiera le quedó la esperanza de que alguien iría a rescatarle.
A partir de entonces, Richard Van Pham comenzó un viaje de 3.750 kilómetros, arrastrado por las corrientes, hasta que, tres meses después, fue rescatado por una fragata de la Marina estadounidense, según ha publicado el diario Los Angeles Times, que ha contado la historia que el náufrago relató a los marinos.
En Guatemala y sin dinero para el avión
Durante los tres meses de travesía a la deriva, Van Pham se alimentó con los peces y tortugas que pudo pescar, una dieta complementada con los pájaros que se posaban en su barco y que, gracias a sus dotes improvisadas de cazador, terminaban en su buche. Para beber, agua de lluvia.
De hecho, parece que a Van Pham no le fue del todo mal, puesto que, después de que fuera avistado por el barco militar y de que los marinos estadounidenses abordasen la embarcación, todo lo que el náufrago les dijo era que necesitaba ayuda para arreglar el mástil y el motor y poder así seguir navegando.
Esta idea no fue del agrado de Terry Bragg, el capitán del destructor bajo cuyo mando se encontraba la fragata, que ni corto ni perezoso hundió el barco de Van Pham (bautizado como Brisa marina) y transportó a su propietario hasta Guatemala. Y allí le dejó.
Peces, pájaros y el dinero de una colecta
Por suerte para Van Pham, los marineros de la fragata hicieron una colecta y con el dinero recaudado el náufrago, ya sin barco, pudo comprarse un billete de avión de vuelta a California, a donde llegó ayer.
El capitán de la fragata, Gary Parriot, ha contado ahora los detalles de la epopeya por teléfono al diario. Encerrado en un barco de 12 metros de eslora, Van Pham pasaba los días bajo la cubierta, en el pequeño camarote del velero, para protegerse del sol. El generador del barco, que funcionaba precisamente con energía solar, sólo funcionaba a veces, pero cuando podía aprovechaba para ver películas de vídeo para entretener la espera.
Fuera, un barril le servía para recoger el agua de la lluvia, mientras el náufrago se dedicaba a pescar. Algunos peces le alimentaban, otros los colgaba en el mástil roto para atraer a los pájaros y poder cazarlos. ¿Cómo los cocinaba? Asándolos con el fuego de la madera que sacaba a base de astillar la embarcación.
Rescatado antes de la hora de la comida
Cuando le encontró el barco estadounidense, Van Pham estaba en su camarote. Los marineros de la fragata se toparon con un barco muy dañado, y tocaron un silbato por ver si alguien respondía. El náufrago asomó en cubierta, muy delgado, y empezó a mover los brazos frenéticamente. Sin embargo, no parecía especialmente desesperado: estaba preparándose la comida, un plato de, como no, pescado.
Aún así, Van Pham se alegró de ser encontrado, pese a que rechazó ser atendido por los médicos del barco militar. Creía que estaba cerca de Hawaii, y lo único que pidió es ayuda para seguir navegando. Pero los militares consideraron que el velero estaba demasiado dañado, y le convencieron para acompañarles y para permitirles, aunque a regañadientes, hundir su embarcación.
Así, gracias a sus extraordinarias habilidades para sobrevivir, gracias a los peces y pájaros que atrapó, y gracias a los 800 dólares que los marineros de la fragata recaudaron, Van Pham pudo volar de vuelta a casa y terminar así, tres meses después, su paseo de tres horitas en barco.