Día 61: Cuando seguir en regata es una victoria
El patrón neozelandés Conrad Colman, en novena posición de la Vendée Globe, se está recuperando físicamente después de tres épicos días luchando por mantener vivo el que ha sido su sueño en los últimos 10 años: completar la famosa vuelta al mundo en solitario sin escalas ni asistencia.
Descansar es la mejor medicina para sus manos cortadas y su exhausto y magullado cuerpo; y el patrón de 34 años, en su tercera circunnavegación al planeta, tiene suficiente experiencia como regatista y resistencia física como para saber que progresivamente puede hacerlo. Pero al mismo tiempo que su alivio es palpable, que su carácter fuerte y la dureza de su barco y aparejo han demostrado ser suficientes como para mantenerle en regata, también ha sido imposible no perder millas mientras luchaba contra los elementos. El hecho de dirigirse desde anoche a Cabo de Hornos, cuando por un pelo no perdió el mástil, es un triunfo en sí mismo.
Colman relataba hoy cómo su IMOCA 60 resistió durante varias horas vientos de 60 nudos (111 km/h) y mar montada después de que fuese atrapado por la zona más violenta de una baja presión. La situación se precipitó por la pérdida de un sable de la mayor que, como decía, rompió los carros intermedios de la mayor. Como bajó de velocidad para arreglar este problema, al final se vio en medio de la tormenta que terminó siendo mucho peor de lo que inicialmente preveían los partes. “Estuve navegando con 50-60 nudos de viento y rachas aún más potentes”.
No había nada más que Colman pudiese hacer que protegerse a sí mismo como pudiese en el interior del barco, esperando a que lo peor de la tormenta pasase. A continuación, estuvo la mayor parte de un día, hasta en tres ocasiones y seis horas en total, subido al mástil con 30 nudos de viento, intentado cortar el J2. “Cortar la vela me llevó unas cinco o seis horas colgado con el arnés”.
Después de un día intentando solucionarlo, ayudado finalmente por la caída del viento, el mástil aguantó. “Es seguro. Puedo seguir navegando, pero todo lo que dé de sí mi regata. Me quedan tres velas ahora y he perdido 800 millas de la ventaja que tenía sobre los barcos de atrás. Será muy difícil mantener mi posición en la flota. Pero tras haber visto tan cerca la posibilidad de que mi Vendée Globe terminase, estoy encantado de seguir flotando, de tener un mástil y de tener la habilidad de seguir adelante. Físicamente estoy muerto. Emocionalmente muy decepcionado y siento que estaba haciendo todo bien, navegando de forma muy conservadora al mismo tiempo. El hecho de que terminase donde lo hice no fue por mi marinería sino por el desgaste del barco […] Pero si puedo doblar Cabo de Hornos en esta posición, si pierdo puestos subiendo el Atlántico, será inevitable. Ya no tengo más la capacidad de pelear contra otros barcos que están es mejores condiciones”.
La situación de los líderes, Alex Thomson y Armel Le Cléac'h, es más benévola. Los alisios del Sureste que se han formado llegan casi a los 20 nudos. Al Banque Populaire VIII de Le Cléac'h le quedan menos de 400 millas para dejar atrás el Hemisferio Sur. Las calmas ecuatoriales se están extendiendo, siendo más activas conforme el dúo de cabeza se acerca a ellas, pero es el ascenso por el Atlántico Norte al Golfo de Vizcaya lo que más les preocupa. El británico Thomson (Hugo Boss), a 340 millas del líder, decía esta mañana: “En la aproximación a los Doldrums debería poder pillarle algo. Las cosas no pintan tan mal. Todo va bien a bordo. Éstas son millas fáciles de cubrir y estoy muy cómodo. La única cosa sobre la que pienso ahora es en las calmas ecuatoriales. En ellas necesito establecer la estrategia para el Atlántico Norte, que puede ser bastante desmoralizante por el momento. No parece muy normal. Así que es a donde miro ahora mismo. Cómo llegar al final tan rápido como pueda, no pienso lo más mínimo en la llegada en sí”.
Yann Eliès (6º) y Jean Le Cam (5º) navegaban a media milla de distancia esta tarde.
El patrón irlandés Enda O'Coineen, que desarboló el día de Año Nuevo, llegaba esta tarde a Dunedin (Nueva Zelanda), siendo remolcado en las últimas millas hasta allí. Y Sébastien Destremau espera dejar el cobijo de Port Esperance, en Tasmania, esta noche después de chequear el aparejo y reparar una cruceta, lista ahora para afrontar el Pacífico.