Federico Vilas (Geólogo) - Diciembre 1990
Índice del artículo
- Españoles en el continente helado
- Federico Vilas (Geólogo) - Diciembre 1990
- Fernando Gómez (Biólogo) - Diciembre 1988/diciembre 1993
- Emilio Fernández (Biólogo) - Diciembre 1995
- Elsa Vázquez (Zoóloga) - Diciembre 1999
- Aida Fernández (Bióloga) - Enero de 1995
- José I. Díaz (Jefe de la Unidad de Buques Oceanográficos
"No sabría describir lo que sentí en la Antártida, pero me gustó. Por primera vez tuve la sensación de soledad física, de que nadie tenía acceso a donde estábamos salvo unos días muy concretos. Dennis Tito también habló de esa sensación, que en el espacio tiene que ser mucho más impresionante".
Cuando el catedrático de la Universidad de Vigo Federico Vilas estuvo en la base Gabriel de Castilla ésta todavía era un refugio militar y carecía de todas las comodidades de que hoy dispone, sobre todo desde la reforma de la que ha sido objeto este mismo año. Pero en 1990 todavía no contaba con Internet ni teléfono vía satélite, por lo que los científicos hablaban con sus familias por radio. Y a través de ella también escuchaban los boletines informativos: "Enterarse de la Guerra del Golfo estando allí aislados del mundo es muy impactante".
El geólogo vigués, que viajó a la Antártida con 40 años, recuerda la "gran solidaridad" existente entre las bases de la Antártida y que el trabajo allí "era apasionante". El objetivo del programa de geología que desarrolló junto a otros dos investigadores de la Universidad Complutense y de La Laguna era "cartografiar la parte emergida de la isla Decepción y estudiar los procesos geológicos superficiales".
La isla se originó tras la explosión de un gran volcán. El cono se hundió y sólo quedó el aro que lo rodeaba, donde está instalada la base, y una laguna en el centro con aguas termales. "Su nombre se tradujo del original inglés Deception, que significa engaño, porque parece que no tiene acceso. Éste sólo es posible a través del estrecho de los Fuelles de Neptuno", dice.
Una de los momentos más intensos los vivió durante una expedición por la isla. Vilas y sus dos compañeros recorrían una cumbre junto a tres militares; todos iban unidos por cuerdas. "De repente el hielo cedió y el chico de Tenerife metió un pie en una grieta y comenzó a tirar de los demás hacia abajo. Tuvimos que engancharnos con los piolets al hielo y empezar a tirar. Fueron unos minutos de tensión", recuerda.