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Artículo de opinión de masmar.com

Artículo de opinión de masmar.com

La Isla de Menorca la mandan contra nosotros.

No llegan todas las burradas, sino que además pretenden enfrentar a los pueblos.

"La Gran Mancha", nos anuncian los medios, avanza hacia nosotros. "La Gran Mancha". Digno título para un relato de Lovecraf, llevado al cine en la penuria de la serie B. Para más inri, en lugar de darnos dimensiones en metros o kilómetros cuadrados, o realizar cubicaciones si es que viniese al caso, nos dicen que la amenaza es como La Isla de Menorca, accidente geográfico que, en la medida que conocemos el asunto, nada tiene que ver con todo esto.

Lo cierto es que hace unas horas, debido al cambio de los vientos, la gran mancha amenazaba otra vez a la ya extenuada Costa da Morte convertida, sin duda, en Costa Morta, por obra y gracia de la ineptitud y la cobardía de unos gestores que no supieron estar en ningún momento a la altura de las circunstancias. Las mareas negras, en un principio inexistentes o por lo menos carentes de entidad jurídica, se cuentan ya con varios dígitos desde que los astutos gerifaltes de los departamentos afectados decidieron hundir el barco para que el fuel se solidificase y adquiriese el formato de un "adoquín". Adoquinados deben estar los salones gubernamentales con las cabezas de los señores titulares de la poltrona. Es una pena que no se dedicasen a jugar a la ouija en lugar de a tomar decisiones. Algún espíritu marino tal vez hubiera podido acudir en su auxilio. Hemos llegado a tal grado de saturación desinformativa, que hasta echamos de menos la arrogancia pamplinera de don Ärsenio Fernández de Mesa.

Tragsa, siniestra empresa de asistencia técnica para diversas administraciones -incluida la Consellería de Agricultura de la Xunta de Galicia-ha puesto de manifiesto el desmantelamiento sistemático al que se está sometiendo al Estado. Y, de pronto, cuando una tragedia de enormes proporciones nos sacude, ha de ser la sociedad civil la que se organice, la que improvise medios, la que coordine esfuerzos, porque el Estado, ausente en la propia ausencia de sus supuestos representantes cinegéticos, níveos o doñánicos, obcecado hasta la irracionalidad en el propósito del déficit cero no puede acudir en auxilio de quienes lo reclaman, porque carece de medios y, lo que es peor, de voluntad de tenerlos.

No es hora de hacer recuento todavía, pero el vacío de vigor gubernamental que todo el mundo pudo percibir en las primeras ¡semanas! de la catástrofe, se debía a una ostensible falta de valentía y de generosidad política. Valentía para tomar decisiones comprometidas, sin duda; y generosidad para tomarlas olvidando, ante la magnitud de los hechos, las próximas elecciones municipales de mayo.

Y ahora la crisis del Prestige la han trasladado al ámbito parlamentario, donde sin duda tiene cabida, pero donde no se puede permitir -el pueblo no puede permitir- que se gestione como se ha hecho. En una primera sesión con prácticamente todos los escaños vacíos. Y en una segunda convirtiendo en responsable al representante de la oposición, quien, cuando menos, ha sido un poco pardillo esgrimiendo documentos mutilados que ya hay quien apunta que pudieron ser suministrados por el propio gobierno.

Dado el cariz que han ido tomando los acontecimientos, nosotros desde aquí nos sumamos a quienes, con enorme lucidez y amplitud de miras, solicitan enérgicamente la dimisión sin condiciones ni concesiones del indudable culpable de todo este invento, y unimos nuestra voz al clarividente líder que jamás ha cejado de gritar: ¡váyase, señor González!