Carabela, el astillero español que nació del sueño de un visionario
Seis barcos construidos por Nick Kenyeres y Pepe Medina en los años sesenta y setenta participan en la Copa del Rey Repsol de Mahón
La historia de Nick Kenyeres es la historia de un visionario que vio como sus sueños pasaron de volar por el aire a navegar por el mar. Fue capaz de hacer realidad todos ellos. No es fácil igualar la trayectoria de este húngaro que participó como aviador en la Segunda Guerra Mundial, acabó prisionero en un campo de concentración ruso y, tras pasar por Reino Unido, Canadá y Francia, evolucionó hasta convertirse en una referencia de la construcción naval en Europa gracias a sus Astilleros Carabela, asentados en la catalana Sant Adrià de Besós.
Seis de los barcos construidos por Kenyeres, su socio Pepe Medina y el resto del equipo del astillero participan este año en la Copa del Rey Repsol de Barcos de Época que organiza el Club Marítimo Mahón. El más antiguo de ellos es el Argos (1964) y el más moderno, el Galvana (1974) de los hermanos Pella, que con 16,73 metros es también el de mayor eslora de los Carabela presentes este año en Menorca. Los otros barcos que llevan la firma del constructor en la regata son el Calima (1970), y Disparate, Sea Fever y Celeste di Mare, los tres botados en 1971.
Carabela se distinguió desde el primer día por construir barcos siempre de madera, muy livianos pero extraordinariamente fuertes. Kenyeres introdujo innovaciones como el sistema WEST, de laminado en frío con resina epoxi, que confiere al casco una extremada ligereza y resistencia, o la construcción invertida, comenzando por el interior para continuar después por el exterior del barco. Él era el visionario, el artífice, y Pepe Medina, que entró en el astillero en 1962, un año después del nacimiento de Carabela, el ebanista artesano de origen malagueño que materializaba hasta el último detalle cada proyecto. El sueño duró hasta 1984, dos décadas no exentas de aventuras y vicisitudes, en las que construyeron en total 113 embarcaciones.
Kenyeres procedía de una familia aristocrática húngara y participó como aviador en la Segunda Guerra Mundial, donde obtuvo 19 victorias hasta ser derribado y encerrado en un campo de concentracíón por los soviéticos. Consiguió escapar y al final acabó en España trabajando como ayudante de ingeniero en los años cincuenta. Trabajó después en Francia como piloto de pruebas y viajó a Canadá para terminar sus estudios de ingeniería. Fue en esos años, en Estados Unidos, cuando conoció a Boris Leonardi, editor de la revista náutica The Rudder que fue el que mudó los sueños de Kenyeres del aire al mar. Los barcos comenzaron a ocupar poco a poco la vida del húngaro y a su vuelta a España puso en marcha Astilleros Carabela en 1961.
Enrique Curt, armador del Sea Fever, que con sus 8,5 metros es el Carabela de menor eslora que participa este año en Mahón, explica: "Es un honor navegar en un barco construido en los astilleros de Nick Kenyeres. El Sea Fever fue mi primer barco, que luego vendí y hace dos años y medio tuve la oportunidad de recuperarlo. Además, Sea Fever es el nombre que le puse a la publicación sobre barcos clásicos que creamos en 2018".
La familia Pella recuperó el Galvana en 2002 cuando el destino parecía indicar que la historia del barco había terminado tras hundirse precisamente en Menorca, cerca de la Illa den Colom, después de chocar contra unas rocas. El barco se ha transformado en un miembro más de la familia pues los cuatro hermanos, Nacho, Borja, David y Álex, dedicaron casi dos años a recuperar este magnífico velero con diseño de Sparkman & Stephens, cuando casi todo el mundo pensaba que ya no tenía salvación. El actual patrón, Álex Pella, una de las figuras de la vela oceánica internacional, conocía el barco desde que era niño, cuando estaba amarrado en el RCN Barcelona. "Es difícil encontrar barcos mejores, por diseño y por construcción. El equipo de trabajo de Carabela ya estaba muy rodado y estructura, casco, acabados, distrubución, todo es una maravilla". Sobre la construcción del Galvana Pella explica: "Es un barco de listones con cuatro capas. Va pasadísimo de estructura. Es más ligero y más rígido. Cuando pantoca, nunca vibra, como pasa con los de poliester". Sobre Kenyeres, al que conoció hace muchos años, Pella afirma que era un personaje increíble y entrañable: "Lo que consiguió en la náutica en su momento, me parece increíble con los medios que había entonces en España". El navegante recuerda que un incendio acabó con las instalaciones de un astillero, al que tampoco favoreció la entrada de la fibra de vidrio como material de construcción en aquellos años.
Otro de los Carabela que no se pierde la Copa del Rey de Mahón ningún año es el Calima, que pertenece a un grupo de armadores encabezado por Javier Pujol. Este Carabela de 13 metros ha ganado en multitud de ocasiones la competición menorquina en la que compite en el grupo Espiritu de Tradición. Pujol recuerda que la primera idea de Kenyeres al llegar a España era hacer catamaranes de madera para patinar en los grandes lagos del norte que se hielan en invierno. “Después Mike Da Costa encargó a Kenyeres el primer barco y le introdujo en el mundo inglés de la náutica; así empezó a desarrollar barcos North Sea 24 como el Cascabel, Marmitako, Antares o Eolo. Hicieron 25 barcos de los que 6 o 7 se quedaron en España. Eran unos barcos sensacionales”. Calima, precisa Pujol, fue un encargo de Emilio Ybarra e Ignacio Hernanz. En principio buscaban un Swan 43 pero también querían ganar regatas y le hicieron llegar su proyecto a Kenyeres. “Durante dos o tres años fue el mejor barco de la flota española con diferencia”, detalla Pujol, que adquirió el barco en 1999 y lo sometió a un completo refit: “Yo quería un barco de crucero pero en el viaje inaugural de Barcelona a Menorca con Paco Bacquelaine y sin viento vimos que iba como una bala y decidimos hacer nuestra última Fastnet, la de 2001. Ganamos en nuestro grupo y quedamos sextos en la general”. Pujol afirma que su gran amigo Nick Kenyeres era el que transmitía el entusiasmo, “aunque como empresario era un poco desastre. Quebró que yo sepa dos veces, pero sus propios clientes le ayudaron a resurgir”. Era uno de los 4 o 5 astilleros aprobados por Sparkman & Stephens para construir sus barcos en toda Europa y eso, destaca Pujol, “solo se consigue haciendo las cosas bien”.
El alma, la esencia, de Kenyeres probablemente sigue contemplando sus magníficos veleros desde el fondo del mar, pues allí, en el Mediterráneo, cerca de la costa catalana, encontraron reposo sus cenizas tras su muerte. Fueron entregadas a las aguas desde el Cariño, una de las embarcaciones que construyó Astilleros Carabela.