Vivir atrapados en la Antártida
A pesar del poco sueldo, el frío extremo y la posibilidad de morir durante el intento, 4.000 hombres y 2.000 mujeres aspiraron a formar parte de la tripulación que acompañaría en el buque Endurance a Ernest Shakleton para vivir atrapados en la Antártida "una de las más épicas aventuras por la supervivencia" a principios del siglo XX.
"Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Mucho frío. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito". Este es el anuncio al que respondieron en 1913 los 27 hombres que fueron elegidos para cruzar a pie por primera vez en la historia el continente antártico. Sin embargo, lo que prometía ser una de las más grandes expediciones se convirtió en una empresa mucho mayor, la de luchar por la vida durante más de dos años soportando temperaturas de hasta -23 grados.
El 19 de enero de 1915, a un día de alcanzar su meta y tras 165 días de travesía, el Endurance quedó atrapado entre los bloques de hielo y ahí permaneció nueve meses hasta que se hundió. En ese tiempo, los expedicionarios, que se comieron todas sus provisiones e incluso a sus perros intentaron sacar el barco con los pocos medios con los que contaban --palas, picos y una sierra--, pero pronto se dieron cuenta de lo imposible de su pretensión. Malvivieron durante otros cinco meses en un campamento improvisado sobre un témpano helado que se caracteriza porque deriva con los vientos. Shakleton sabía que lo más importante era salvar a su tripulación así que optó por abandonarlo antes de que comenzara a derretirse el témpano y salir a la mar en los tres botes de remo.
Tras una semana de navegación bajo condiciones muy duras alcanzaron la Isla Elefante, un archipiélago deshabitado. Inmediatamente, The boss (el jefe), como los hombres llamaban a Shackleton, salió en una expedición junto a cinco de sus hombres a bordo del bote James Caird y navegó 17 días y 800 millas hasta la isla Georgia del Sur. Al otro lado de donde desembarcaron, 36 horas después de duros ascensos entre glaciares, estaba la estación ballenera de la bahía de Shomness: la salvación. El fotógrafo australiano Frank Hurley consiguió rescatar antes del hundimiento los rollos que se habían quedado en su camarote. El documental, una coproducción británica y estadounidense que ha sido premiada varios veces, utiliza el material original de Hurley además de imágenes rodadas en 1999, declaraciones de los descendientes y dibujos de uno de los tripulantes.