Gibraltar, otra 'tumba' para la Atlántida
Nada es más difícil de ver que lo evidente. Suena contradictorio, pero es rigurosamente cierto. El investigador francés Jacques Collina-Girard acaba de probarlo una vez más y ha hallado lo que considera que podría ser la Atlántida, allí donde nadie la había buscado aún: en el lugar donde la sitúa Platón, en el estrecho de Gibraltar, a medio camino entre Cádiz y Tánger. El filósofo y escritor griego afirma en sus obras Timeo y Critias que, según un relato egipcio recogido por Solón y conservado por su propio abuelo, el mítico continente se encontraba al otro lado de las Columnas de Hércules, nombre con el que los helenos designaban al Estrecho.
«Nadie había considerado seriamente que pudiera encontrarse en la ubicación más obvia, en el acceso atlántico al estrecho de Gibraltar», asegura el profesor Collina-Girard.
En su opinión, lo que pudo llevar en el pasado a muchos de sus colegas a creer que el continente perdido pudo estar en medio del Atlántico, fueron las similitudes entre la fauna fosilizada hallada a ambos lados del océano.
«Esto hizo pensar a los investigadores que en algún momento existieron puentes continentales entre el Viejo y el Nuevo Mundo: continentes que se hundieron tras permitir el paso de los animales. Sin embargo, en los últimos 30 años nuestros conocimientos geológicos han mejorado y ahora sabemos que no fue así», señaló Collina-Girard.
Desengáñense, Collina-Girard no es ningún iluminado, sino un especialista en geología del Cuaternario del Centro Nacional de Investigación Científica francés (CNRS) y profesor de la Universidad del Mediterráneo, en Aix-en-Provence, localidad próxima a Marsella.
El investigador descubrió lo que podría ser la Atlántida de forma casual, mientras estudiaba las migraciones humanas durante la segunda glaciación de Wurm, que tuvo lugar entre los años 20.000 y 11.000 antes de Cristo.
Collina-Girard pretendía comprobar si en aquella época de frío intenso, en la que el norte de Europa se encontraba cubierto por un casquete de hielo de hasta tres kilómetros de espesor y en la que en España la cota de las nieves perpetuas se situaba entre los 1.300 y los 1.500 metros de altura, se pudieron producir migraciones de Europa hacia el norte de Africa.
Para comprobar esta posibilidad, decidió trazar un mapa de las costas de Europa Occidental en este periodo del Paleolítico Superior, ya que en aquella época, el nivel del mar se encontraba 130 metros por debajo del actual.
Debido a la emergencia de tierras hasta entonces sumergidas, el Estrecho quedaba reducido a un exiguo y largo brazo de mar. Lo más curioso es que en medio de la bocana de acceso al Atlántico aparecía un conjunto de islotes, dominado por una isla de mayor tamaño, de unos cinco kilómetros de ancho por 14 de largo.
Bautizada Espartel, la isla estaba situada al norte del cabo homónimo y al sur de Cádiz, podría ser, en opinión de Collina-Girard, la mítica Atlántida.
El archipiélago, que surgió de las aguas al intensificarse el frío, a partir del año 23.000 antes de nuestra era, comenzó a desaparecer de nuevo bajo el mar cuando los hielos empezaron a derretirse, debido al aumento de las temperaturas, en torno al año 12.000 antes de Cristo.
Collina-Girard señala que el estudio del coral de la zona demuestra que tras un milenio de suave deshielo, se produjo un brusco aumento del nivel de las aguas, «que llegó a subir a un ritmo de dos metros por siglo, aunque en ocasiones de cuatro metros e incluso de más», agrega el investigador.
Finalmente, en torno al año 9.000 antes de nuestra era, el mar recuperó sus dominios y la Atlántida desapareció para siempre bajo las aguas.
«Después de un largo periodo en el que se elaboraron numerosas teorías sobre la Atlántida, el interés por el continente perdido decayó tras el fin de la II Guerra Mundial», afirma el profesor Collina-Girard, quien se muestra convencido de que la solución que propone es «geológicamente evidente»..
La desaparición de la Atlántida está relacionada con el mito del Diluvio Universal, aseguró el investigador francés Jacques Collina-Girard.
Este especialista en geología prehistórica agrega que ambos fenómenos son fruto de la crecida de las aguas provocada por el fin de la glaciación.
Collina-Girard recuerda que estudios recientes, como los de los profesores Walter Pitman y William Ryan, han demostrado que «hace unos 7.000 años, el Mediterráneo desbordó su cuenca e irrumpió en el actual mar Negro», donde las aguas llegaron a subir a un ritmo de hasta 30 centímetros diarios.
El impacto psicológico fue tan profundo que a pesar de ser culturas de tradición oral, la de los cazadores del Paleolítico Superior, su recuerdo ha llegado hasta nuestros días.