El viaje más largo me llevó desde San Francisco a Sicilia
José Ramón Miguel, marino y autor del libro 'Urdaneta y su tiempo', afirmaba hace escasos días que Urdaneta se lanzó a un abismo de 8.000 millas para cruzar el Pacífico «contando con que media tripulación era, como quien dice, una cuadrilla del Goierri, es decir, una garantía de que no habría motines». Han pasado ya algunos años desde el momento en el que el San Pedro llegaba a Acapulco abriendo lo que a partir de entonces sería «la primera gran línea regular de navegación entre Asia y América». Aquellos goierritarras arribaron a puerto el 8 de octubre de 1565. Resulta extraño hablar de marineros en una comarca rodeada de puertos, sí, pero de montaña. Pero está claro que, haberlos, los ha habido y los hay. Xabier Garmendia Iberoaga, el lazkaotarra al que queríamos llegar después de tan largo rodeo, es capitán de Marina Mercante. Su segunda casa, los petroleros y los buques quimiqueros.
-¿'El mar' o 'la mar'?
-Bueno, nosotros decimos siempre 'la mar'.
-¿Qué ruta de navegación tomó usted para llegar desde Lazkao hasta un petrolero?
-Siempre quise estudiar Náutica, influenciado probablemente por mi padre, José Luis Garmendia, que fue marino en Terranova y Groenlandia durante más de una década. No era lo que querían en casa e intenté interesarme por la carrera de Biología, pero después de un año lo dejé y me fui a Portugalete a estudiar Náutica. Me licencié en 1986; fui alumno, es decir, marino en prácticas durante dos años y me embarqué por primera vez a la mar como profesional en enero del 88. Soy capitán desde el 95.
-Habrá cruzado unos cuantos mares...
-Mis primeras prácticas las realicé en el Pérsico, durante la Guerra de Irán e Irak. Después estuve en el Golfo de México, en el Mar del Norte, las Malvinas, las costas de Mauritania... y últimamente en el Mediterráneo. También vas conociendo otras rutas. El viaje más largo, por ejemplo, me llevó desde San Francisco hasta Sicilia. No tocamos puerto durante los 27 días que duró.
-Capitanear un gran barco hoy en día, ¿podría definirse como ser alcalde en la Torre de Babel?
-Bueno, un capitán tiene en un barco una autoridad absoluta. Puede realizar cualquier ceremonia y es el responsable de todo ante todos. Y, sí, en una tripulación te encuentras con gente de orígenes muy diversos. Ahora mismo, hay muchos filipinos, indios y europeos de países del Este. Nos entendemos en inglés.
-¿Tienen tiempo para jugar a las cartas o entretenerse de alguna manera?
-En un petrolero la vida es muy individualista. Influyen el hecho de que hay esa gran variedad de culturas y la tensión que supone trabajar en un barco de estas características. Es decir, si ocurre cualquier incidente la repercusión puede ser muy grande. Las medidas de seguridad son muy exigentes y estás expuesto a continuas inspecciones. Nos relajamos leyendo, viendo algún vídeo...
-No parece muy romántico...
-No, no queda ya nada de eso. Normalmente, tampoco tenemos muchas opciones de desembarcar en cada puerto para hacer turismo. En cada puerto tenemos un teléfono, no más. Sólo disfrutamos de los puertos cuando estamos de reparaciones.
-Tendrá anécdotas para contar...
-Precisamente, tengo muy buen recuerdo del mes que estuvimos anclados en Hamburgo. Cruzamos todo el Atlántico con un corte de 37 metros en el costado de babor porque chocamos con un barco chino bajando el Mississippi. Llevó un mes repararlo y lo pasamos muy bien.
-Con un mapa delante, ¿recuerda cada puerto?
-Es más fácil. En Túnez, por ejemplo, descubrimos al único polizón que me ha tocado nunca. Fondear en Nigeria es muy peligroso, porque te entran en el barco y te lo roban todo. Nueva Orleans es muy interesante y Singapur, donde también estuvimos un mes, es muy bonita, la ciudad más limpia que he visto nunca, por mucho. Pero es un estado policial. Te multan por tirar una colilla o un chicle y la pena por tráfico de drogas es de muerte. Recuerdo que ahorcaron a un holandés por fumarse un porro.
-¿Queda algún misterio por descubrir en la mar, como el del Triángulo de las Bermudas?
-En la zona del Triángulo la fuerza gravitacional terrestre sufre fuertes distorsiones que pueden afectar a cualquier imán, como puede ser el de la aguja del barco. A nosotros nos afectó y debes optar por guiarte de otra manera porque de la otra manera es muy fácil perder el rumbo. Pero no es el único punto en el que te encuentras con alguna anomalía. Se da también , por ejemplo, en Gibraltar.
-¿Cómo se encuentra el Mediterráneo?
-Yo veo mucha riqueza. Vemos ballenas y muchísimos delfines. Se pesca mucho, no hay más que darse una vuelta por cualquier puerto italiano, donde suelo acercarme a comprar. Hay mucho viveros y la pesca se ha alejado de las costas, eso sí, pero a doce millas te encuentras ya con barcos faenando. Hay puntos concretos donde se ha perdido la pesca, como el mar de Mármara, el Bósforo... Pero no el Mediterráneo. Lo importante ahora es que al menos hay una legislación que castiga ciertas artes de pesca.
-No me dirá que alguna vez se ha mareado...
-Al principio, estaba continuamente mareado. Lo pasé muy mal. Un capitán llegó a decirme «chaval, aún eres joven, dedícate a otra cosa». Recuerdo el temporal que sufrimos el 25 de diciembre del 86, entrando al Mediterráneo desde Suez. Yo estaba muy mareado, pero recuerdo que vi llorar al capitán... Desaparecieron de cubierta 70 metros de tubería. La segunda gran tormenta que he sufrido fue por efecto del ciclón Hortensia, en el 85. Se formó en el Caribe, recorrió la costa de Estados Unidos y llegó hasta Galicia después de cruzar todo el Atlántico. Nosotros estábamos en Portugal y lanzamos una llamada de socorro. En aquella ocasión vi rezar a marinos que llevaban veinte años en la mar.
-¿Se ha arrepentido alguna vez?
-Al principio, a veces. Ahora no lo cambiaría por nada.