Volantas irlandesas frenan la recuperación del salmón
En el mes de mayo de 2000, «Isabel», un salmón hembra de 51 centímetros de longitud y 2,5 kilos de peso, abandonó las ricas zonas de alimentación subárticas con el propósito de regresar a su río natal, el Nansa, para perpetuarse en el tiempo. Para desovar. En pleno proceso de maduración, y con algunos compañeros de viaje, alcanzó las costas irlandesas (Distrito de Foyle) y decidió poner rumbo al Sur, recreándose en la salinidad de las aguas que bañan Donegal, Sligo, Connemara, Galway y Kerry. Allí encontró la muerte. La nada. Su calendario se detuvo un 23 de junio. Un barco salmonero con base en Dingle le subió a bordo. La tripulación advirtió que carecía de aleta adiposa y portaba una micromarca (una especie de chip identificativo que se implanta a todos los esguines de repoblación).
Inmediatamente, los científicos irlandeses pusieron el hecho en conocimiento de las autoridades españolas, casi a la par que los pescadores recibían una compensación por su ‘colaboración’. Para ellos, «Isabel» era un pez más atrapado en sus mortales redes de deriva.
Las volantas.
Una vez más, la negativa de la República de Irlanda a sumarse a la campaña internacional para salvar las poblaciones de salmón atlántico, en vías de desaparición, frustraba los esfuerzos de otros países europeos, entre ellos España y, en concreto el Centro Ictiológico de Arredondo de la comunidad cántabra, por recuperar los ‘stocks’ en lo posible. Y el presidente del Fondo para la Protección del Salmón del Atlántico Norte (NASF), Orri Vigfússon, cree que ha llegado ya el momento de decir basta.
La pregunta es ¿cómo? Vigfússon no tiene dudas: si Irlanda mantiene las volantas, perderá en primer lugar su turismo de pescadores de salmón con caña, una de las tres principales atracciones que existen en la República. «Hace ocho años, el 11 por ciento de los turistas que llegaban de vacaciones a Irlanda eran pescadores con caña. Hoy ha descendido al 1 por ciento», declaró. Además, agregó Vigfússon, «el Gobierno irlandés debería tener en cuenta que los pescadores con red reciben alrededor de 1,50 libras por salmón, cuando ese mismo ejemplar costaría unas 2.000 libras si lo captura un pescador de caña (cálculo de gastos de alojamiento y comida)».
A todo ello se suma, también, el obligado respeto «de Irlanda hacia sus socios en la UE, que gastan millones de euros en intentar restablecer sus poblaciones de salmón. Los ríos de Gales, del Oeste y Sur de Inglaterra, han sido golpeados duramente por la pesca con redes de Irlanda, pero España, Alemania y Francia han sufrido aún más severamente las volantas. Incluso hemos encontrado micromarcas suecas en las redes de deriva», hecho que contradice las afirmaciones del Ejecutivo irlandés en el sentido de que la pesca a menos de seis millas de la costa sólo actúa sobre el salmón nacional.
«Lo trascendente-concluyó-, es que todas las cofradías más importantes de pescadores de red irlandesas desean parar la pesca de salmón hasta que los stocks se recuperen. Pero el Gobierno de Irlanda se niega a alinearse con el sector privado y compensarle por las pérdidas que sufriría. Y lo peor es que pescadores de otros países septentrionales que abandonaron en su día la pesquería de salmón en alta mar al comprobar la regresión de la especie, ahora amenazan con reemprender sus actividades si no se acaba con el enmalle irlandés».