El cangrejo autóctono agoniza en los ríos españoles
Desde la nefasta introducción de las especies de cangrejo americano. Primero el cangrejo «rojo», que trajo la afanomicosis, enfermedad letal para las poblaciones autóctonas. Después, el desatino de intentar otro parcheo con la introducción del cangrejo «señal», también americano y que, en muy poco tiempo, se confirmó igualmente negativo para la especie propia de los ríos ibéricos, forman parte de como se relata la historia del cangrejo autóctono.
La falta de criterio unitario y eficaz por parte de las Comunidades Autónomas para, marcar normas y directrices capaces de evitar la propagación de las especies invasoras. Las escasísimas iniciativas de investigación a favor de un invertebrado que agoniza en los cauces españoles y que se da por perdido en los portugueses finalizan este cúmulo de despropósitos.
La reacción de las administraciones autonómicas va llegando, justo cuando se cumplen treinta años de la introducción «legal» del cangrejo rojo. Un particular lo trajo sin autorización en 1973, pero en 1974 la práctica fue respaldada por un permiso oficial de las autoridades españolas. Hasta la Universidad de Loussiana colaboró. Quinientos kilos de cangrejo invasor se soltaron cerca de Doñana y en pocos años había llegado a zonas como la Albufera valenciana o el Delta del Ebro.
El origen del desastre
Fue el principio de un acelerado proceso de desastre, como recuerda el científico Fernando Alonso Gutiérrez, que trabaja desde hace años en el Centro de Investigación Agraria y Ambiental de Albadalejito, en Cuenca. Pertenece a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Es el más destacado enclave dedicado a la investigación para recuperar el cangrejo autóctono de río, junto con el que existe en el Monasterio de Piedra (Zaragoza), que alberga programas conjuntos entre el Departamento aragonés de Medio Ambiente y la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza.
Más allá de estos dos enclaves, los intentos oficiales por investigar han sido escasos. Cabe citar, entre ellos, el centro de reproducción de cangrejo autóctono de Rillo de Gallo (Guadalajara) y «El Chaparrillo» (Ciudad Real), si bien este último «remonta su actividad desde hace un par de años, después de que problemas de calidad de las aguas frenaran su trabajo durante tiempo», indica Fernando Alonso.
Según este especialista, ahora el problema no es tanto la afanomicosis, «probablemente la enfermedad de invertebrados mejor conocida». Afirma que lo realmente difícil es conseguir que el cangrejo autóctono recupere terreno, de forma viable, en unos ríos copados por las especies alóctonas: el cangrejo rojo y el cangrejo señal.
El primero domina ampliamente áreas de marisma y tramos bajos de río. El segundo se adapta bien a los tramos medios, donde, por tanto, el cangrejo autóctono encuentra una barrera difícil de salvar. Los esfuerzos realizados hasta ahora han dado escaso resultado, aunque suficiente para evitar la extinción en algunas provincias.
Iniciativas autonómicas
«En Castilla-La Mancha llevamos casi 25 años trabajando, se hacen repoblaciones y sabemos que son eficaces, porque calculamos que el 40 por ciento de las poblaciones actuales de cangrejo autóctono proceden de esas repoblaciones», explica Fernando Alonso. Y eso que las comunidades que quedan son muy escasas, altamente vulnerables y concentradas «en no más del 5 por ciento de la red fluvial de Cuenca, pero hay que tener en cuenta que se concentran en arroyos, de muy escasa dimensión, y que son poblaciones que no están conectadas, es decir, que no ocupan amplios tramos de cauce». La situación es crítica. Lleva años yendo a peor, y eso que el cangrejo autóctono cruzó la línea roja en el camino hacia la extinción hace prácticamente dos décadas.
En Aragón, el Gobierno regional está preparando un nuevo plan para, en primer lugar, salvaguardar la especie, declarada «en peligro de extinción» en el catálogo autonómico recientemente actualizado, al igual que en otras Comunidades españolas, aunque no en todas. El jefe del Servicio aragonés de Especies Protegidas, Manuel Alcántara, afirma que «lo más importante es salvaguardar las poblaciones de cangrejo autóctono que aún quedan» y que, en este caso, forman un reducido grupo repartido en los tramos altos de ríos de la provincia de Teruel. A partir de ahí, desde ese primer objetivo de preservar, se incentivará su reproducción y se llevarán a cabos nuevos intentos de introducirlo en otros tramos de río.
En la Comunidad Valenciana también han tomado nuevas iniciativas. Han aprobado invertir 300.000 euros en dos años, para promover la reproducción de la especie y repoblar sus ríos. El primer intento se realizó hace un mes, en el río Bohilgues, a su paso por la comarca de El Rincón de Ademuz.
El consejero de Territorio y Vivienda, Rafael Blasco, ha anunciado también que el Ejecutivo valenciano va a impulsar un centro de cría y conservación de la especie en la piscifactoría La Tosquilla de Titaguas, y va a aprobar normas más estrictas para luchar contra los cangrejos americanos. Eso incluye prohibir la introducción y comercialización en vivo de cangrejos alóctonos. Las líneas de actuación quedan recogidas en la Estrategia para la Recuperación del Cangrejo Autóctono, que el Gobierno valenciano presentó a finales del año pasado.
Medio millar de pequeñas poblaciones en toda España
En toda España quedan entre 500 y 600 poblaciones de cangrejo autóctono. Son los cálculos que hacen los especialistas, tras los seguimientos periódicos de esta especie, según explica el investigador Fernando Alonso. «En Portugal, las últimas noticias apuntan a que ha desaparecido del todo», afirma. Y subraya que las que quedan en España son poblaciones pequeñas, normalmente aisladas, es decir, no conectadas entre sí. En buena medida han sobrevivido gracias a ese aislamiento, que les guardó de la letal afanomicosis, pero también es un problema para la conservación de la especie. «Son poblaciones muy vulnerables, que ocupan normalmente entre quinientos y mil metros cuadrados de cauce y que pueden perderse con cualquier pequeña alteración de su medio natural», afirma Alonso. Se localizan, fundamentalmente, en las siguientes áreas: entre las provincias vascas y la burgalesa; entre Barcelona y Lérida; en el área comprendida entre Teruel, Cuenca y Guadalajara; en Navarra, y en Granada y las Sierras Béticas.