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El amargo sabor del langostino tropical

Los langostinos que tan ricamente nos zampamos en el mundo desarrollado tienen una cara amarga y de destrucción en amplias zonas del planeta, en donde la proliferación de piscinas para la cría de este marisco está arrasando los ricos bosques acuáticos costeros (manglares), contaminando el litoral y expulsando a poblaciones autóctonas en India, Ecuador, Honduras o Tailandia. El desarrollo insostenible de este cultivo está siendo denunciado en España por diversas organizaciones ecologistas de los países en desarrollo. Estos grupos reclaman a las administraciones que informen al ciudadano y que se indique en la etiqueta el origen del producto para que se sepa que en la trastienda de este manjar apetitoso se esconde otro episodio de comercio global injusto.

La acuicultura del langostino apareció como una solución a la sobrepesca de arrastre en el mar, pero la proliferación de estanques para el engorde de estos animales se hace a costa de talar los ricos bosques acuáticos costeros tropicales. En ellos, los árboles hunden sus raíces en una mezcla de agua dulce y salobre, pero la antigua biodiversidad a base de cangrejos, conchas, camarones y demás especies se ha sustituido por el monocultivo de langostino en piscinas para la exportación. La FAO señala que la mitad de los manglares del mundo han sido destruidos; globalmente se estima que han sido taladas 765.000 hectáreas de manglares para la acuicultura (mayoritariamente langostino) en los últimos años.

"En Ecuador existen leyes para proteger el manglar, pero se siguen haciendo piscinas para el camarón; todo se hace ilegalmente", explica Líder Góngora, director ejecutivo de la organización conservacionista Fundecol de Ecuador. En este estado sudamericano (que factura dos tercios de la producción de Latinoamérica) ha desaparecido más del 20% del manglar costero.

El daño no acaba con estas zonas naturales. En la cría industrial del langostino se emplean grandes cantidades de productos químicos (en los alimentos, fertilizantes, plaguicidas, antibióticos) que crean un caldo de cultivo tóxico que contamina y saliniza los recursos hídricos locales, según denuncia Greenpeace. El deterioro ambiental y el azote de las enfermedades virales ha causado el cierre de muchas explotaciones, hasta el punto de que en Tailandia el porcentaje de estanques en desuso tras un periodo de explotación llega al 70%. "Esta es un industria itinerante. En pocos años, la contaminación que genera obliga a abandonar las piscinas y a crear otras nuevas porque se requiere poca inversión y sus promotores ganan mucha plata", argumenta Góngora. Los ecosistemas costeros, que un día fueron fértiles ecosistemas acuáticos, se convierten así en terrenos yermos mientras se avanza hacia la ocupación de nuevas zonas. Se requiere además poca mano de obra. "Una hectárea de manglar natural permitía a diez familias vivir dignamente; ahora una piscina de 100 hectáreas sólo da trabajo a cuatro personas", dice el dirigente ecologista ecuatoriano.

La competencia por la pesca (la captura de las larvas de langostino en el mar para ser empleadas como "semilla" supone el uso de unas finas mallas que esquilman los recursos) y la salinización del agua del riego agrícola, entre otros factores, acaban expulsando a las poblaciones autóctonas afectadas. Se estima que en el estado de Andhra Pra-desh (India), más de 48.000 personas han debido emigrar por estos motivos, explica Jacob D. Raj, fundador de Prepare, una ONG que trabaja por el desarrollo de las comunidades indígenas en India. Jacob D. Raj denunció en una visita a Barcelona (invitado por el catedrático de Economía Joan Martínez Alier) la corrupción de políticos y funcionarios de su país como factor clave en el incumplimiento de las normas ambientales.

Los grupos ecologistas han pedido a los usuarios que no consuman langostino tropical si desconocen su origen. También han reclamado a las grandes cadenas de importación y distribución que los comercializan congelados o frescos que digan su lugar de origen y el modo de extracción. España es el primer importador de langostinos congelados de la UE, con casi el 40% de las importaciones totales. Compra en el exterior unas 90.000 toneladas al año, sobre todo de la acuicultura de Ecuador, Honduras e India.