¿Comienza a decaer el auge de la acuicultura?
La industria de la acuicultura está ante una importante encrucijada, con nuevos desafíos a la capacidad del sector para satisfacer la futura demanda mundial de pescado. Según la FAO, los pequeños acuicultores en países en desarrollo están encontrando dificultades para exportar sus productos, y necesitan ayuda para ser competitivos y acceder a los mercados mundiales.
En 2006, se consumieron en el mundo 110,4 millones de toneladas de pescado, un 51,7 por ciento de las cuales provenían de la acuicultura.
La producción de la pesca de captura tradicional ha alcanzado un límite, de forma que para satisfacer la demanda de pescado prevista de una población mundial en aumento, el año 2030 la acuicultura deberá producir 28,8 millones de toneladas adicionales al año –hasta alcanzar los 80,5 millones de toneladas-, sólo para mantener el nivel actual de consumo de pescado per cápita.
En un documento que presenta esta semana a los países asistentes a una reunión del Subcomité sobre Acuicultura del Comité de Pesca (COFI) de la FAO en Puerto Varas (Chile) del 6 al 10 octubre, la Organización de la ONU advierte de la necesidad de abordar una serie de problemas emergentes para que la acuicultura desarrolle todo su potencial.
“La pregunta es si el sector acuícola puede crecer lo suficientemente rápido como para cubrir la demanda prevista de pescado y, al tiempo, asegurar la protección al consumidor, preservar la integridad del medio ambiente y conseguir la responsabilidad social”, señala el informe.
Ya hay algunas señales de que el rápido crecimiento del sector en las últimas tres décadas está empezando a ralentizarse. El sector mantuvo una tasa de crecimiento anual del 11,8 por ciento entre 1985 y 1995. Este índice disminuyó a un 7,1 por ciento durante la década siguiente y a un 6,1 por ciento en el periodo comprendido entre 2004 y 2006.
La limitación de los piensos
La mayoría de los peces cultivados consumidos en los países en desarrollo -como carpas y tilapias-, son herbívoros u omnívoros.
Pero especies como el salmón o el camarón – cultivadas habitualmente en países en desarrollo y exportadas a mercados de países ricos, proporcionando empleo e ingresos para millones de personas – necesitan otros peces, en forma de harina o pescado, para comer.
En 2006, la acuicultura consumió 3,06 millones de toneladas (56%) de la producción mundial de harina de pescado y 780 000 toneladas (87%) de la producción total de aceite de pescado. Mas del cincuenta por ciento del aceite de pescado que utiliza el sector es para las granjas de salmones.
La producción de harina y aceite de pescado ha permanecido estancada en la última década, y según la FAO, no se esperan aumentos significativos. Al mismo tiempo, el volumen de harina y de aceite de pescado utilizado en piensos compuestos para la acuicultura se ha triplicado entre 1996 y 2006. Esto ha sido posible gracias a la fuerte disminución de la dependencia del sector avícola de la harina de pescado como alimento para aves de corral.
“Es probable que los sectores avícola y ganadero sigan usando cada vez menos harina de pescado en sus piensos, lo cual es positivo para el futuro de la acuicultura basada en estos alimentos” apuntó Rohana Subasinghe, experto de la FAO en la cría de peces y Secretaria del Subcomité del COFI. “Sin embargo –añadió-, cada vez se están utilizando más piensos compuestos para la alimentación sin filtros de peces omnívoros como las carpas, y por tanto está aumentando la necesidad de harinas de pescado. Por ello debemos mejorar la eficiencia en el empleo de piensos y realizar serios esfuerzos para avanzar en la búsqueda de complementos de proteínas alternativos”.
Los pequeños acuicultores en peligro
Los pequeños acuicultores se benefician de los 79 000 millones de dólares anuales del comercio internacional de pescado, aunque al hacerlo se están enfrentando a diversos desafíos.
Actualmente la FAO está viendo que, para algunos productos básicos y en algunos países productores, el número total de granjas piscícolas está disminuyendo, mientras que su tamaño aumenta, lo que apunta a una concentración de granjas, cada vez en manos de menos personas.
“Se necesita detener esta tendencia, por ejemplo mediante el establecimiento de redes de productores innovadores, de forma que los pequeños acuicultores puedan unir sus fuerzas, mejorar sus operaciones, acceder a los mercados, y seguir siendo competitivos frente a otros productores de mayor envergadura”, explicó Subasinghe.
Otros problemas mencionados en el documento de la FAO incluyen el impacto medioambiental de la cría de peces, la inocuidad alimentaria y el empleo de antibióticos, y los efectos que podría tener el cambio climático en la acuicultura.
Directrices para la certificación
Una manera de ayudar a que la acuicultura limite su impacto medioambiental y asegure el mayor beneficio posible para los pequeños acuicultores es certificando los productos, de forma que compradores y consumidores puedan escoger aquéllos que han sido producidos de forma sostenible, saludable y socialmente responsable.
Este procedimiento está siendo empleado cada vez con más frecuencia en la pesca de captura y en la acuicultura, pero no está exento de problemas.
A medida que proliferan estos programas, los productores tienen dificultades para satisfacer las diversas normas aplicadas por las distintas compañías, países u organizaciones certificadoras, que pueden diferir considerablemente entre sí.
Una sobreabundancia de normativas también aumenta la probabilidad de que se usen etiquetas de certificación simplificadas y poco fiables junto a otras que sí son creíbles.
Para abordar estos problemas, la FAO ha estado trabajando con la Red de centros de acuicultura de Asia y el Pacífico (NACA, por sus siglas en inglés), consultando a varios organismos de certificación, grupos de productores, procesadores y organizaciones de consumo con el objetivo de redactar unas directrices mundiales sobre cómo deberían establecerse y aplicarse los planes de certificación para la acuicultura.
Ya se ha realizado un borrador de directrices que va a ser presentado esta semana al Subcomité del COFI para su discusión y decisión.
Estas directrices no servirán por sí mismas como normas de certificación, sino que más bien proporcionarán un programa común que asegurará que quien quiera que esté certificando productos marinos cultivados – ya sea un gobierno, una ONG, o una compañía privada – lo haga de la misma manera, siguiendo las mismas normas.
La FAO ya ha desarrollado directrices similares para la certificación de productos pesqueros procedentes de la pesca de captura continental y marina.