Lamprea. El latido de la princesa del Ulla
Llevan veinte días de faena en el Ulla, cuarenta menos que otros años, debido fundamentalmente a los problemas derivados del hundimiento del Prestige. Los valeiros han pasado del desánimo a la mayor de las sorpresas. No es para menos. Al principio de la temporada todo parecía indicar que este año no podrían salir a capturar lampreas. El tres de marzo la situación cambió por completo. Las sorpresas continuaron. En las nasas butrón llegaron a caer la pasada semana —diariamente y por cada barco— entre 40 y 50 piezas, frente a una o dos de las primeras jornadas. Esta hartura choca frontalmente con la relativa caída de precios en el mercado, provocada por la abundancia de captura en el Miño y Portugal.
"Los compradores han cambiado este año de mercados y se han ido hacia estos lugares, ya que allí no estaba prohibido faenar'', comenta Ramón Barreiro, añadiendo que "nosotros hemos empezado con dos meses de retraso y ha habido mucha captura en estas zonas, lo que ha provocado que los precios estén muy bajos''.
Ramón habla con conocimiento de causa. Es uno de los 29 valeiros de Pontecesures que viven de la captura de la lamprea en esta época, para dedicarse posteriormente a la anguila, el chopo y la solla.
Observar cómo los valeiros echan sus butrones y recogen el fruto es todo un espectáculo. Pendientes siempre de las mareas, buen ojo, intuición y rapidez son cualidades fundamentales a la hora de abordar el Ulla. "Hay que hacerse con el mejor sitio'', comenta Francisco Hermo, compañero de fatigas pesqueras de Barreiro. Ambos conocen el lecho del río, sus recovecos y sus sonidos. A igual que la mayoría de los ribereños y los marineros de Porto.
Son las cuatro de la tarde. Como si de una carrera de obstáculos se tratase, las embarcaciones dedicadas a la pesca de la lamprea toman posiciones. Las nasas preparadas y el ojo puesto en el mejor tramo del río. Las bollas van poblando el Ulla en un abrir y cerrar de ojos. A un ritmo frenético, los pescadores sueltan nasas, accionan el mecanismo de sus embarcaciones, surcan el río con sumo cuidado de no pisar los butrones de sus compañeros....
16.10 horas. El tramo del río comprendido entre Finsa y Nestlé semeja un cuadro verdeoscuro salpicado de infinitos puntos de colores (rojos, blancos, amarillos...). En el fondo reposan los butrones, preparados para atrapar al escurridizo pez cuaternario, bautizado por Raimundo García, Borobó, como la "princesa moura enfeitizada''. En el pantalán, los tripulantes de las embarcaciones (dos por cada lancha) hacen recuento e introducen las piezas en unos sacos que depositan en el lecho del río. "La lamprea hay que mantenerla con vida hasta que se venda'', indica Barreiro, mostrando un saco repleto de piezas.
Los frutos
15.00 horas del día siguiente. En la zona portuaria, los pescadores comienzan a vestir sus ropas de fanea y se desplazan hasta donde han echado sus aparejos. La recogida es más lenta y lleva su tiempo.
Mientras recogen los butrones, Ramón y Francisco comentan que las artes para capturar lamprea han cambiado mucho. Antes se utilizaba la tallada y el fino de valo (nombre del que procede el término de valeiro) y los remos para maniobrar. Hoy los motores y los butrones hacen la tarea más llevadera. En la década de los años cincuenta surcaban el Ulla entre 200 y 300 embarcaciones. Hoy apenas son 14. En aquella época todo el mundo capturaba lampreas. Hoy son profesionales quienes lo hacen, gente del mar que paga sus permisos e impuestos. Antaño, la lamprea daba de comer a todo el pueblo, hoy casi es un manjar de gente pudiente...
Ramón y Francisco no han tenido suerte hoy. Es su primera manta de la temporada (sin capturas). Otros valeiros se llevan dos o tres piezas. Estamos en el final de la temporada, el tiempo está revuelto y la dama del Ulla se retira silenciosamente río arriba a desovar.