Fotografían en el Golfo de Vizcaya a un ejemplar de la True
La naturaleza no deja de dar sorpresas. Si en los días anteriores nacieron cerca de un centenar de tortugas boba por primera vez en una playa de Almería y en estos días se busca a un calamar gigante en aguas de Asturias, el pasado mes de julio fue detectada frente a las costas cantábricas una especie de ballena que se creía extinguida.
El zifio de True (Mesoplodon mirus) únicamente ha sido visto en tres oportunidades y sólo en la última ocasión ha sido fotografiada, lo que ha permitido identificarla sin lugar a dudas.
El encuentro se produjo cuando dos expertos británicos en cetáceos, Dylan Walker y James Diamond, viajaban en el ferry Pride of Bilbao que une las ciudades de Portsmouth y Bilbao.
Ambos científicos, que iban en la cubierta del barco el pasado 9 de julio divisaron la ballena a 30 millas al norte de Bilbao y la fotografiaron numerosas veces. La ballena saltó junto al buque 24 veces, como si estuviera posando.
Se trataba de un ejemplar adulto y macho de más de cinco metros de largo y 1.000 kilos de peso que nadaba en aguas con una profundidad de 2.000 metros. En las fotos se pueden ver todos los rasgos que la identifican: el melón de su cabeza, un círculo oscuro que rodea los ojos, los colmillos que sobresalen ligeramente a cada lado o su pronunciada nariz.
Esta especie fue identificada en 1913 y se le puso el nombre de True por ser el del científico que la describió. Posteriormente fue vista en las islas Azores. Hasta julio nada se sabía de ella, salvo citas sin confirmar en Norteamérica y Australia y algún cadáver varado en costas sudafricanas. Se pensaba que se había extinguido. El encuentro del mes de julio es, por tanto, un descubrimiento científico de primera magnitud.
Pero, ¿qué hacía el zifio de True frente a Bilbao? ¿Estaba junto a un grupo familiar de la misma especie? ¿Son las aguas del Golfo de Vizcaya un hábitat para esta ballena de la que se desconoce todo? Las respuestas las buscó un grupo de cuatro expertos la semana pasada en aguas del Cantábrico.
Armados de prismáticos, cámaras de vídeo y fotográficas y una ilusión a prueba de bombas, Dylan Walker, Graeme Cresswell, Jonathan Mitchell y Pete Davison, fletaron el velero Fandango de la empresa Sailtur (www.ceoecant.es/sailtur) que organiza viajes para ver cetáceos, con el fin de poner respuestas a los interrogantes.
Valles submarinos
El rumbo de la expedición era navegar sobre los dos cañones submarinos a los que los británicos han puesto nombre: el de Santander y el de Torrelavega, que ni tan siquiera figuran en las cartas marinas. Se trata de dos valles que arrancan desde una profundidad de 400 metros y descienden de súbito hasta casi 4.000. Al parecer, las paredes de estos accidentes geográficos submarinos son el hábitat de numerosas especies de peces y en sus aguas hay nutrientes en abundancia.
De hecho, esta es la zona del Golfo de Vizcaya donde los pescadores cántabros, vascos y franceses encuentran lo que pescan: bonitos, atunes, sardinas y boquerones. Tanta abundancia de pesca hace que la zona sea un lugar donde acuden los cetáceos, de los que se han identificado 27 especies distintas, según el grupo de expertos británico.
Ballenas azules, rorcuales, cachalotes, ballenas jorobadas, orcas, zifios y todo tipo de delfines encuentran en estas aguas su sustento. Los odontocetos (con dientes) comen peces, las ballenas con barbas filtran los grandes bancos de camarones. Lo desconocido de la zona hace muy difícil dar cifras, pero según Dylan Walker estas podrían oscilar entre los 2.000 y 20.000 cetáceos en algunas estaciones del año.
«Sólo tenemos datos sobre el recorrido de las dos líneas marítimas. Haciendo una extrapolación salen esas cifras», precisa Walker. «Sabemos que los rorcuales llegan en marzo y se van en diciembre. El pico se produce en agosto, donde puede haber hasta 10.000 ejemplares. No sabemos ni dónde van ni lo que hacen», explica Graeme Cresswell, un biólogo que trabaja en Norfolk en la conservación de los bosques.
Santuario marino
Tras el hallazgo del zifio de True, la comunidad científica internacional está alerta sobre las expectativas que presenta la zona del Golfo de Vizcaya. Los datos que estos expertos aportan cada año está abriendo los ojos de las autoridades españolas, francesas y británicas sobre la posibilidad de crear un santuario marino. Pero se precisan más cifras y datos. La ONG a la que pertenecen los cuatro expertos, ORCA, que pertenece a la Sociedad Europea de Cetáceos, trata de conseguir más precisión, pese a sus escasos medios.
Mientras tanto, una nueva industria ha surgido en aguas cantábricas. Las dos rutas marítimas que unen Plymouth con Santander y Portsmouth con Bilbao han comenzado a explotar la presencia de cetáceos. Cientos de pasajes son utilizados por amantes de la naturaleza, que sólo los utilizan para observar ballenas en un viaje de ida y vuelta.
Buscar al zifio de True en el Golfo de Vizcaya era como encontrar una aguja en un pajar. Pese a rastrear la zona durante 72 horas, no fue posible avistarlo. Pero el viaje sirvió para constatar la alta concentración de cetáceos y aves marinas. Cada 15 minutos, los cuatro expertos llenaban una planilla con la situación, el estado de la mar, la temperatura y los ejemplares de aves y cetáceos observados. Decenas de páginas fueron llenadas con encuentros especiales. Desde grandes manadas de delfines comunes a ejemplares de un delfín escaso y enorme como es el gris, pasando por algún que otro rorcual o un perezoso pez luna.