Alta mortandad de las crías impide cultivar pulpo en granjas
Es el penúltimo desafío de la acuicultura española. El pulpo lleva años, décadas incluso desde los fallido ensayos pioneros de los 60 en Japón, resistiéndose a su doma como especie. Cuantos esfuerzos se han hecho para controlar su cría en cautividad han tropezado siempre con la misma piedra: la nula supervivencia de las larvas. Ahora, equipos de al menos ocho comunidades autónomas, con Galicia al frente, trabajan conectados para dar con las claves que permitan estabular al Octopus vulgaris y, a medio plazo, dar el salto a su explotación comercial a escala industrial.
Lo tiene todo para ser una estrella de la acuicultura: valor mercantil y aprecio de los consumidores nacionales y foráneos, fecundidad elevada y crecimiento rápido. Pero los biólogos marinos de Galicia, Asturias, Andalucía, Baleares, Canarias, Cataluña, Murcia y Valencia que trabajan en la reproducción en cautividad del pulpo aún pelean por garantizar el delicado tránsito de las larvas al estadio de juveniles y hallar la dieta adecuada para su supervivencia.
«Es complicado porque tiene unos requerimientos nutricionales completamente distintos a los de los peces. Había falta de información en moluscos cefalópodos y las experiencias que se han ido haciendo no son de un mes, son de hacer un cultivo larvario en la época de puesta y, si no funciona, hay que esperar al año siguiente, a la próxima puesta. Es una investigación lenta», dice José Iglesias Estévez, investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO), de Vigo, y coordinador nacional del proyecto.
Pese a ello, Iglesias se muestra optimista. Su equipo ha visto cómo la mortalidad total de los primeros años -desde 1995- ha dado paso a unas tasas de supervivencia de las larvas de hasta un 20% en laboratorio. Lejos aún del salto a la cría comercial, pero «es un buen punto de partida».
Un sibarita
La alimentación es crucial. Los pulpos no comen cualquier cosa y los equipos trabajan en la definición de un menú específico y compatible con la cría futura en cautividad, bien en granjas en tierra o en jaulas marinas equiparables a las bateas mejilloneras. Las larvas de pulpo son voraces y en su primer mes de vida se alimentan de presas vivas, larvas de crustáceos. Si sobreviven, engordan luego a gran velocidad con una dieta de cangrejos y pescado. La cuestión es cómo habituarlos desde sus primeros días al alimento inerte.
«Aún estamos mezclando alimentación a base de crustáceos, peces, y la idea final es elaborar un pienso adecuado para que esa supervivencia se logre a mayor escala y sin dependencia inicial de organismos vivos», explica Iglesias.
Una especie de elevada fecundidad
Si se solventan los problemas principales, la elevada fecundidad del pulpo y su fácil apareamiento en cautividad harán el resto. Una hembra puede poner entre 200.000 y 600.000 huevos, «así que, con un 10% de supervivencia durante la fase crítica, ya sería posible engordar juveniles en tierra». Será más pronto que tarde, aseguran los expertos sin atreverse a poner plazos.
Aunque a pequeña escala, en cofradías y negocios familiares, en Galicia la cría de juveniles capturados en el mar es ya una realidad. Entre 3.000 y 10.000 ejemplares salen de esas explotaciones al mercado.
El pulpo seguirá la senda de otras especies marinas, como el rodaballo -plenamente instalada en la acuicultura industrial-, o el besugo, cuya explotación arranca tímidamente tras un lustro de pruebas en laboratorio. «Primero investigamos en el IEO, después suscribimos proyectos de colaboración de otros tres años con empresas para pasar al plano comercial y luego la empresa u otras instituciones que se interesen por la tecnología siguen adelante con el negocio», relata Iglesias.
La última especie en llegar al club de candidatos es la centolla. El proyecto del IEO de Vigo tiene poco más de dos años y ya se han constatado ventajas -como su fácil reproducción y tasas de supervivencia de un 10 o un 15% en fase larvaria-, e inconvenientes, una mortalidad importante durante la muda e, incluso, canibalismo..