Más de 84.000 licias en Galicia pueden pescar en la mar
Crece un 20 % la pesca marítima recreativa en Galicia y cae un 46 % la submarina
Que la pesca marítima recreativa desde la costa o desde embarcación es mucho más que una moda, y no para de ganar adeptos, lo confirma el llamativo crecimiento de las licencias en Galicia, un 20 % en la última década. Contrasta ese incremento con la caída de los submarinistas autorizados a capturar peces a pulmón, un 46 % menos en diez años. Contando únicamente los permisos concedidos en la comunidad gallega, y ateniéndose al tope legal de dos cañas y seis señuelos por persona, 84.276 aficionados pueden lanzar 505.656 anzuelos al mar cada día.
Realmente no todos salen a pescar en la misma jornada y, por lo tanto, nunca estarán tantos al mismo tiempo disfrutando de su hobby. Si así fuese y todos ellos tuviesen la suerte de coger el cupo diario de cinco kilos por persona, regresarían a casa con 421.000 kilos de pescado fresco. Solo para consumo propio o para regalar, pues la venta está prohibida y penada con multas de entre 151 y 3.000 euros.
Lanzar las cañas al mar y esperar a ver si pica algún pez «en entornos naturales al aire libre, lejos de aglomeraciones, se puede realizar con todas las medidas de seguridad que la pandemia exige», subrayaba José Antonio Beiro, presidente de Fedpemar, la Federación Gallega de Pesca Marítima Responsable y Náutica de Recreo. Obligatorias son las mascarillas y las distancias.
Cien millones de euros
Citando un estudio de la Universidade de Santiago de Compostela, Beiro cifraba semanas atrás en «cien millones de euros» el impacto directo de la pesca marítima recreativa en Galicia. Por las licencias activas, al menos el 3 % de los gallegos creen en los «innegables beneficios físicos y psicológicos» de una afición que, según Fedpemar, contribuye «a mejorar la salud de la población y el estado anímico de los pescadores al disminuir los riesgos de padecer estrés, reduciendo así los riesgos derivados de enfermedades cardiovasculares, entre otras».
Desde los puertos donde se consiente, desde distintos puntos de la costa o desde embarcaciones, en aguas interiores y exteriores de la esquina del noroeste español también pueden practicarla, cumpliendo las normas autonómicas, los titulares de licencias concedidas en el resto de comunidades autónomas y en otros países de la Unión Europea. Solo en el territorio nacional, José Antonio Beiro estimaba en unos 860.000 permisos de pesca recreativa y deportiva. No son lo mismo, matizan repetidamente los aficionados, porque ellos pescan por placer y los deportistas por competir.
Un bum en el 2016
Datos de la Consellería do Mar, que regula la recreativa y las licencias, indican que la comunidad autónoma ha otorgado una de cada diez españolas. Las estadísticas oficiales revelan que la afición a lanzar las cañas al mar va por temporadas. Los 84.276 permisos del 2019 son 14.136 más que diez años atrás. Tras 70.000 en el 2009 y el 2010, en el 2011 subieron a casi 74.000, bajando a cerca de 73.500 en el 2012 y cayendo al año siguiente al filo de los 73.000. Repuntaron en el 2014 a casi 74.000 y se redujeron a cerca de 71.000 en el 2015. El 2016 experimentaron un bum, disparándose a 81.583, un 16 % más. Siguieron creciendo en el 2017 (83.506) y disminuyeron a 79.502 en el 2018. Durante el anterior ejercicio crecieron un 6 %.
Los armados con caña se empoderan en la federación nacional y se unen a la europea
La pandemia ha marcado un antes y un después en el asociacionismo de la pesca recreativa marítima de superficie. Son un ejército armado con caña y anzuelos que hasta ahora se unía temporalmente por cuestiones de interés común, pero que carecían de una voz única para hacerse oír. Durante el confinamiento, llamadas, mensajes, correos y reuniones telemáticas les llevaron a dar el paso de agruparse en la Alianza de Pesca Española Recreativa Sostenible (Apers).
Se empoderan, dotándose de una representación legal para «ser la voz de todos» los aficionados a lanzar las cañas al mar, desde la costa o embarcados, explica Bernardino Alba, presidente de Apers en la presentación en sociedad y ante las autoridades. Impulsada por las asociaciones de pesca recreativa responsable de Andalucía, Baleares, Canarias, Cantabria, Cataluña y Valencia, la gallega Fedpemar es también una de las fundadoras; y José Antonio Beiro, presidente de esta última, el tesorero de la nacional.
«Ágiles a la hora de prohibir»
«Para tener más fuerza y llegar hasta dónde se tenga que llegar», en palabras de Beiro, se han adherido a la European Anglers Alliance (EAA), con sede en Bruselas y referente comunitaria. Defenderán sus intereses en el «cada día más complejo mundo de la pesca, regido por normas autonómicas, estatales y europeas, muy ágiles a la hora de restringir y prohibir, pero muy torpes a la hora de respetar nuestros derechos», señala Beiro.
En eso incide Bernardino Alba: «Han venido legislando y regulando nuestra actividad cada vez más, muchas veces prefiriendo la prohibición a la gestión, con lo que estamos condicionados por una multitud de normas a veces difíciles de entender».
Por un mar sano y sostenible
Partiendo de que «el mar no es una despensa inagotable» y de que «tenemos que saber convivir con la pesca profesional y otros sectores», Apers se brinda a «colaborar con quienes trabajan en la gestión e investigación del medio marino» porque, así, todos los que lo comparten «seremos los primeros beneficiados de un mar sano, biológica y ecológicamente sostenible».
Los permisos para capturar peces buceando rondan los 3.600
Por 3,93 euros para la licencia, aun a falta de caña, bastan un sedal, anzuelos y cebo para pescar desde la costa; y, desde el mar, una embarcación. Un equipamiento básico muy inferior al de la pesca recreativa submarina, donde se precisan, además de saber bucear, un traje de neopreno, aletas y un fusil mecánico; y para obtener el permiso, una licencia de armas o tarjeta federativa, una póliza de responsabilidad civil y un certificado médico.
Puede ser uno de los motivos de que, en Galicia, las licencias de pesca recreativa sumergiéndose pasasen de 6.622 a 3.597 en una década. Ahí, igual que con la de superficie, valen los permisos de otras autonomías y del resto de la Unión Europea. El goteo de bajas ha sido constante entre el 2009 y el 2015, cuando se redujeron a menos de la mitad. Subieron los dos años siguientes y desde el 2017 se mantienen en torno a 3.600.