UN SALVAVIDAS PARA LA VELA, PATRIMONIO PÚBLICO DE SANTANDER - ARTICULO PUBLICADO EN EL FARADIO.COM EL DÍA 19 01 2016
Articulo publicado en elfaradio.com el 19 01 2016
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UN SALVAVIDAS PARA LA VELA, PATRIMONIO PÚBLICO DE SANTANDER
19 DE ENERO DE 2016. POR GUILLEM RUISÁNCHEZ
Jan Abascal, al timón del Flying Dutchman en Moscú, primer oro olímpico de la era moderna para España || Foto: AP (publicada en El País en 2008)
Jan Abascal es hijo de carpintero. Se pasó la infancia entre astilleros, en la zona portuaria de Gamazo, en Santander.
La piqueta echó abajo el viejo taller abandonado de su padre, en los trabajos de adecuación del entorno de Gamazo para el Mundial de Vela de 2014 en la capital cántabra.
La resaca de aquel evento y las intrigas federativas terminaron de apartarle del timón del CEAR Príncipe Felipe a principios del pasado mes de octubre.
Llevaba dos décadas transmitiendo conocimientos a los regatistas españoles. Muchos de ellos han sido campeones, varios se han colgado medallas en los Juegos Olímpicos para hacer de la vela el deporte olímpico más laureado en España.
Desde 1996, no menos de 30.000 niños y niñas han conocido en el CEAR el deporte que nos dio el primer oro olímpico de la era moderna, en los Juegos Olímpicos de Moscú.
Algunos crecieron con Jane y hoy enseñan, a cazar la vela y los valores del deporte, como monitores y entrenadores de la Federación.
DE JAN ABASCAL A CRISTINA DE BORBÓN
Sus estudios en Física le llevaron a entender mejor de dónde sopla el viento, en tiempos en los que el regatista no tenía más equipo que uno mismo. No había preparadores físicos, ni psicólogos, ni meteorólogos en los equipos. Estaba el regatista con su barco, su timón, su vela, el viento y los adversarios. Eran autodidactas.
A Jan Abascal y Miguel Noguer les sobró la última regata de la clase Flying Dutchman para ganar la medalla de oro. Al volver a Madrid, desde los Juegos de Moscú del 80, fríos como la guerra fría e incómodos como un boicot de EE.UU., había gente esperando para recibirles en la terminal de Barajas. En Santander, un Cadillac llevó a Jane hasta un Club Marítimo abarrotado.
En 1984, en Los Ángeles, Abascal fue el abanderado del equipo español. No pudo repetir el éxito de Moscú. Otro cántabro, otro Abascal, José Manuel, se llevó la gloria en Atletismo. Y la selección de baloncesto aplastó a la Yugoslavia de Petrovic en las semifinales, como cantaron los Nikis, para asegurarse la plata en una final histórica contra la NBA de Jordan o Pat Ewing.
En Seúl, 1988, la abanderada del equipo español fue Cristina de Borbón. Puede que ahí empezara a joderse todo.
EL PROFESOR ABASCAL AL RESCATE
Desde 1996, Abascal se ha dedicado a transmitir lo que sabe, como entrenador del equipo olímpico. Fue así hasta 2012, cuando terminó la presidencia en la Federación de otro santanderino, Gerardo Pombo, entre acusaciones de autocontratarse para el mundial de vela de Santander 2014 que el lobby santanderino había logrado para su ciudad.
La borrasca se instaló en la Federación, en un contexto de crisis y descrédito general del deporte español. Los regatistas han tenido que costearse viajes y dormir hacinados en competiciones en el extranjero, mientras el presidente de la Federación ganaba más dinero que el presidente del Gobierno.
Jan Abascal fue apartado de la organización del Mundial de Santander. Parecía que lo importante era la Duna de Zaera, siempre la obra pública. Pero las zancadillas y la desorganización, la incertidumbre sobre el evento fue tal, que la ISAF, la Federación Internacional, rogó que Abascal volviera al timón y al diseño de las infraestructuras y las competiciones.
Luego, el tiempo acompañó. El santanderino exhibió su orgullo, la ciudad se volcó y muchos héroes anónimos repararon los despropósitos institucionales.
El alcalde, Iñigo de la Serna, le dedicó unas palabras a Jane en la clausura. Qué menos: él y sus aliados, aquellos a quienes inyectó años atrás la pasión por el deporte, habían salvado, in extremis, la cara de la ciudad.
LA PARADOJA DE SANTANDER CON LA VELA
Paradojas del destino: un santanderino trajo el CEAR (Centro Especializado de Alto Rendimiento) de Vela Ligera a Santander en 2006, implicando para ello a todas las instituciones, de distinto signo político. Tuvo su mérito.
Y una década después, otra santanderina, encaramada a la Presidencia de la Federación Española, parece defender lo contrario: desmantelar la base olímpica de Santander.
Julia Casanueva acaba de subir las tasas de la Escuela de Vela. La matriculación ha bajado un 40% y los ingresos han caído un 30%.
Como su predecesor, José Ángel Rodríguez, Casanueva maneja el discurso falso de que el CEAR no es rentable para la Federación. Su objetivo, apuntan sus detractores, es desmantelar la base santanderina para descentralizar en las territoriales el pastel de subvenciones para la vela: una estrategia para ganar el voto en las próximas elecciones, después de los juegos de Río de Janeiro.
En las nuevas condiciones para la Escuela de Vela, Casanueva plantea que los alumnos tengan que comprarse un barco dentro de un año. Y no todos tendrán un padre carpintero, como el de Jan, que les construya una embarcación, les ponga un salvavidas y les diga: “así, así y así”.
LOS MÁSTILES DE PUERTOCHICO
Santander y Cantabria han invertido varios millones de euros en un centro de referencia mundial: No menos de 4,5 millones de euros en el CEAR y su ampliación.
Ha merecido la pena. Los equipos extranjeros vienen a Santander a prepararse para las competiciones porque la Bahía tiene todo para el entrenamiento más exigente: viento del nordeste, cambios a sur y gallego, corrientes, lluvia, frío y otra vez sol y calor.
Nuestras instituciones públicas llevan toda una década pagando subvenciones a la Federación para que nuestros chicos aprendan vela, a relacionarse con el mar, en una escuela que es una suerte de Masía de la Vela.
Salen a navegar y coinciden en la rampa con sus ídolos: con Iker Martínez, con Xabi Fernández… con otros como Berta Betanzos o Diego Botín que hace pocos años empezaban a entender de dónde sopla el viento en las clases de Abascal.
Y hay formación, educación, que los padres de los alumnos valoran tanto o más que las competencias que adquieren navegando.
La primera medida de Casanueva fue toda una declaración de intenciones: apartar de la dirección del CEAR a Jan Abascal. Sabía que él no lo hubiera permitido. Nadie dijo nada.
El único ruido, en Puertochico, en estos días de invierno, es el del zarandeo de los mástiles de los barcos atracados; contrasta con el silencio de nuestros políticos, de nuestras instituciones incapaces de defender un legado, el patrimonio público que es la vela para Santander.
Se ha hablado mucho de lo que un Mundial podía dejar para la ciudad. Hasta hace nada se formaban personas en el CEAR. Algunos llegarán a ser campeones, pero es lo de menos.
Ahora tenemos una duna artificial, una grada, otra perspectiva de nuestra Bahía en calma.