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La pesca moviliza a más de 16.000 aficionados europeos al año en el embalse de Mequinenza

La pesca moviliza a más de 16.000 aficionados europeos al año en el embalse de Mequinenza

Los turistas proceden de Alemania, Chequia, Francia, Eslovenia y Bélgica y pasan una semana.

La pesca deportiva en el embalse de Mequinenza, se ha convertido en la última década en la tercera fuente de ingresos en el Bajo Aragón, después de la agricultura y la ganadería. Más de 16.000 pescadores del continente llenan la zona en la etapa que va desde marzo hasta noviembre. La procedencia más habitual de los turistas es Alemania, Chequia, Francia, Bélgica o Eslovenia.

La llegada de los siluros al embalse de Mequinenza empezó en 1975 a través de unos militares norteamericanos procedentes de una base en Alemania que los empezaron a trasladar cuando viajaban a la de Zaragoza. Pero el aumento de estos peces, que pueden pesar más de 100 kilos, llegó a partir de los años 90.

"Los pescadores pasan una semana pescando cási todos sin muerte. Suelen pescar siluros o carpas, se hacen la foto y vuelven a echarlos al embalse. El negocio está repartido entre las localidades de Caspe y Mequinenza, donde están instaladas empresas extranjeras o autóctonas.

El gasto medio para el pescador europeo es alrededor de 700 euros en la semana que pasa en el embalse del Mar de Aragón. Algunos se traen sus aparejos de pesca, otros las alquilan, junto a un guía que los acompaña y utiliza una sonda para facilitar la situación del pez en el fondo del pantano.

La otra cara de estos beneficios económicos que deja el turismo deportivo en el Bajo Aragón son las bandas de pesca ilegal. Generalmente proceden de Rumanía y Bulgaria, que se llevan toneladas de siluros y carpas en camiones para venderlos en lugares como la Comunidad Valenciana para su consumo humano.

El problema es que el furtivismo se suele saldar con multas administrativas y es muy complicado acusarles de un delito contra la salud pública por intentar meter este pescado en el mercado.

La falta de vigilancia en el embalse ha obligado incluso a organizar patrullas entre los pescadores legales. Lo hacían para ayudar a detectar estas bandas que perjudican la imagen turística de la zona con la extracción masiva e ilegal de peces, y son una grave amenaza para los ecosistemas del pantano como un peligro sanitario si se venden estos animales.